Estoy seguro que la mayoría podrá adivinar de qué se trata este artículo, les voy a relatar el día que vi a mis hijas por primera vez. No les había contado; pero ya que entramos en confianza les diré, que soy padre de dos bellas niñas, la mayor de 4 años y la menor (casi salidita del horno) de 8 meses y a través de sus nacimientos he podido experimentar, la diferencia de cuando uno es padre primerizo a cuando ya la experiencia nos acompaña.

Los días que antecedieron el nacimiento de nuestra hija mayor fueron una cosa de locos, casi nunca estábamos en la casa pues siempre teníamos pendientes por hacer, que si algo para la habitación, que si la ropa de la bebe, el salón (aquí hago una parada especial para los caballeros, no pidan explicaciones de por qué una mujer, que se va a meter a una sala de cirugía, va para un salón…..esa discusión nunca termina bien y al final te verás pidiéndole perdón, por haber herido sus sentimientos).

Cuando ya era el día esperado,  nos levantamos tempranito, la doctora nos había citado para los 7:00 AM pero era necesario que llegáramos a la clínica dos horas antes, realmente tengo que confesarles que no pude dormir nada la noche anterior (creo que ni mi esposa sabe eso) estaba tan emocionado con el hecho de conocer a mi hija, que no podía literalmente apagar mi cerebro, pensaba a quién se parecería, si no habría complicaciones, etc. etc. Llegamos a la clínica antes de las 6:00 AM y luego de pasar por GO como 500 veces, hacer sabrá Dios cuantos papeleos, finalmente a la 1:30 de la tarde (Escucharon bien, 6 horas después de lo acordado) era nuestro turno.

Primero se llevaron a mi esposa y luego de un rato, pasa una enfermera a dejarme una ropa de las que usan los doctores, para que yo pueda entrar a presenciar el nacimiento (hasta foto me tiré con toda la vestimenta mientras esperaba), me hacen pasar a la sala y al entrar noto que mi esposa ya esta rajada!.. me indican el lugar que debo tomar y me dicen que no me mueva mucho; pero que tire muchas fotos…. y entonces ocurre el milagro, nació nuestro bebé!!, a diferencia de lo que dicen por ahí, en ese momento me sentí atemorizado, uno no sabe qué hacer ni qué decir, lo único que recuerdo es que cuando la vi por primera vez dije: “que carajita mas fea!” (Yo sé que muchos pensará que soy un mal padre pero seamos honestos, tooodos los bebés al nacer son raros y la mía no era la excepción).

Amigos esposos, todo lo que les he relatado hasta el momento es la parte fácil, después que uno sale de esa sala, no pega la parte baja de la espalda en una silla en el día entero, yo al final quedé tan cansado que como me tocaba quedarme en la clínica para cuidar a mi esposa, caí redondo en el sofá y me desperté al otro día al escuchar la enfermera que le decía : “ si por ese es que tú te ibas a salvar, te jodiste, ese hombre cayó como una piedra y además ronca más que un burro” (la verdad es que hay gente freca! jejeje)

Ya para el nacimiento de mi segunda hija, todo fue mucho más calmado, sabíamos lo que pasaría y por eso nos sentíamos seguros y confiados (éramos expertos en la materia), me preparé mentalmente y dormí como un niño la noche anterior, pues sabía que el trajín que me esperaba ameritaba mucho descanso. Cuando me hicieron pasar a la sala de cirugía, conocía exactamente el punto donde me debía parar y aunque en medio de la cirugía me sentí un poco asustado por mi esposa, tenía la convicción que todo saldría bien porque estábamos en manos de Dios.

Según mi experiencia el día del parto no es algo fácil, es agotador para los hombres y para las mujeres ni les cuento!, es a ellas que le debemos el poder tener en brazos a nuestros “feitos, potenciales hermosos bebés”, que tanto nos harán la vida feliz; pero si tuviera que darles un consejo sería que: “Duerman lo mejor que puedan esa noche en la clínica, porque lamentablemente es la única noche en muuuuuuuuuucho tiempo que podrán dormir plenamente”.

Nos leemos en la próxima.