El jueves pasado, en una costumbre entre viejos, muy viejos amigos, nos volvimos a reunir a comer y a comentar sobre los acontecimientos actuales, y por supuesto, el político es uno de los principales temas que a todos nos afecta y preocupa.
Esta vez estábamos reunidos 4 reformistas, uno de los cuales sueña con ser presidente, un perredeista de Hipólito, un medio peledeista y ex embajador, y otros dos sin bandería partidista: un servidor y quien esta vez organizó la reunión.
Curiosamente todos amigos por 50 años o más. En mi caso, el ex embajador era el más viejo conocido de todos, con amistad por cerca de 60 años.
Luego de comernos como entrada al desastroso gobierno actual, se habló del triste menú que se nos presenta electoralmente. El ex embajador, muy “proper” guardó mayormente recatado silencio. El perredeista, hablador empedernido y poseedor de mil anécdotas, ripostó defendiendo las virtudes del pasado gobierno de Hipólito, donde el participó diríamos que señeramente, y defendiendo denodadamente la solución dada a la crisis bancaria, que llevó la moneda al 56 por uno, y a la población al desespero, donde los supermercados fueron nombrados como la casa del terror. Nos habló de las virtudes de este político minimizando sus debilidades.
De los reformistas el aspirante fue el que más habló. Creo que influido por el poder evaporado del pasado no se da cuenta de la triste posición en que ha caído ese partido, donde actual e increíblemente Amable es el máximo líder.
Indudablemente que él es una de las pocas reservas incólumes de ese partido.
En un momento el Perredeista le dice al Reformista: mira, tú y yo tenemos más de 50 años de conocernos, de ser amigos, compartir ideas y afanes. Yo creo en ti y en tu capacidad, pero también entiendo que siendo tu como yo percibidos como técnicos, más que como políticos, no vamos para ninguna parte por ese camino, pues el pueblo aquí, no sé en otras partes, no vota por técnicos. Si tú te postularas y fueras candidato en las elecciones, yo votaría por ti sin ninguna duda, aunque sé que botaría mi voto, pues no ganarías.
A mi esa frase que destaco en negrita me molestó y al día siguiente conversé brevemente con al amigo y le dije que a mi juicio era desafortunada, pues mostraba una de las grandes debilidades de los dominicanos, que es la de querer ser triunfalistas, no lógicos, razonables, y coherentes. Se vota por aquel que uno cree que va a ganar, como se dice por el menos malo, y se descarta a priori la idea de un país mejor, buscando en el menú no los platos fuertes del día, sino aquellos que van a mi gusto, con mi idea de país, y con mi voto hacerlos crecer, para que si no ganan, tenga creciente poder para hacer una oposición militante y moderante en la política. Ahora simplemente no hay oposición y este gobierno hace lo que le da la gana sin reparo a la moral, la ética o las leyes.
Es penoso a mi juicio que buenos candidatos se pierdan en un afanar de politiquería barata, donde creemos que nuestro voto debe ser manejado por encuestas y dinero y no por razón de nuestras necesidades nacionales.
Para mí, el voto sigue siendo una conquista que me permite ejercer un derecho, para con él tratar de lograr un país mejor, donde los bandidos, ladrones, simuladores, sus pupilos y alumnos, no sigan embarcando a este país y su pueblo en derroteros de pobreza y analfabetismo. Evitar con él que no vuelvan a seguir mandando, y llevándonos a estadíos, que nos van a hacer llorar muchas lágrimas. Políticos que se repartan montones de dinero para regalos a esa madre que si tienen, no las honran, ni aun en su día.
Creo que cuando voto con conciencia, nunca boto mi voto, y si lo creyera, entiendo que estaría atentando contra la democracia.
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