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Precisamente cuando la ONU prevé que hacia el 2050 faltará agua para el 40% de la humanidad, me llegan a la mente escenas del otrora majestuoso Río Nigua y de repente siento miedo por nosotros y nuestros hijos. Lo que nos espera a gran parte de la humanidad en un futuro próximo, para nosotros es ya realidad del pasado, que se proyecta para el futuro. En nuestro caso, siento con pena tener que decir que hemos herido de muerte a dos de nuestros recursos hídricos más importantes. En el marco del Blog Action Day, dedico este post a nuestros recursos hidraúlicos.
El desafío del agua emergió en el cambio de milenio con la fuerza de un torrente apretado en un cauce estrecho. Repentinamente, nos dimos cuenta de que el 70% de la superficie de la Tierra está cubierta por agua. Pero también nos sorprendió que de ese total, el 97% del agua del planeta sea salada. De lo poco que nos queda de agua dulce, apenas un 0,0001% está disponible en los ríos. En los polos está el 2,086%, en las rocas de sedimentación el 0,291%, en los lagos el 0,017%, y en la atmósfera el 0,001. Por tanto, el agua dulce, además de ser escasa está mal distribuida en la superficie del planeta.
La destrucción de los manantiales, la contaminación de los ríos y lechos freáticos, el deshielo de los casquetes polares, (Recién en este pasado Febrero, un iceberg de 78 Km de diámetro se desprendió del glaciar Mertz en Antártica) la lluvia ácida, el crecimiento de la población… son factores que simplemente agravan una realidad ya trágica de por sí para billones de seres vivos en la superficie de la Tierra.
La reacción de la élite económica ha sido rápida y eficiente. El agua es un elemento vital, insustituible, escaso, con valor económico, estratégico para el actual modelo de desarrollo. Tiene también un valor paisajístico, de ocio y medicinal. Rápidamente se ha establecido una competencia feroz por el control de los manantiales y ríos. Y nosotros con dos caudales otrora fluidos, no nos hemos detenido a ver en qué estamos convirtiendo al Nigua y al Yubazo.
Los gobiernos locales no han realizado acciones que permitan que se ponga fin al envenenamiento de ambos ríos, su vista gorda ha permitido que sean habitadas y arrabalizadas zonas que una vez pertenecieron a los cauces de Nigua y Yubazo. Noel y Olga son tristes recordatorios de lo que nos puede suceder por permitir semejantes vagabunderías.
¿Qué tenemos que ver nosotros con eso? Todo. Somos responsables por la apatía que hemos demostrado en denunciar el tema, tenemos hijos, pero no les enseñamos el valor de la naturaleza, pasamos por el río, pero no nos detenemos a pensar en las consecuencias del estado actual de cosas. La tierra es un ser vivo. Por tanto, no puede ser agredida ni violentada; merece cuidado, celo, un respeto sagrado. En San Cristóbal le hemos negado ese respeto, tenemos una responsabilidad inalienable ante esta cuestión. Es preciso que las voces de la sociedad San Cristobalense se eleven para denunciar, pero también para proponer alternativas para recuperar, si es eso posible, los cauces del Nigua y del Yubazo.
Son varias las luchas populares por los ríos de San Cristóbal y zonas aledañas que conocemos. Mártires también. Algunas de muchos años, pero todas carentes de la cohesión suficiente para sacar de la inercia, a la colectividad de la provincia. Es necesario un grito común y un esfuerzo común, autoridades y sociedad tenemos la tarea de salvaguardar un poco de futuro para nosotros y nuestros hijos.
Estamos ante una crisis radical: no sólo ambiental o del modelo económico, sino del modelo de civilización. Debemos buscar la solución para poder contar con fuentes hídricas seguras. La generación presente no tiene perdón, ya que tiene a su disposición todos los elementos necesarios para evaluar su conducta respecto a la naturaleza. ¿Esperaremos aprender la lección por la vía dolorosa? Ojalá que no.
Via: Mancorp
Foto: Thundafunda
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