La cripta de la basílica de San Carlo al Corso, cerca de la plaza de San Pedro, ha tenido tumbas de cardenales durante siglos. Ahora está cobrando un poco de vida.
El sacerdote Maurizio Mirilli, jefe de la pastoral para jóvenes de la Iglesia Católica en Roma, ha convertido una parte de la cripta en un club nocturno con un escenario para música en vivo y un bar provisto con cerveza, Prosecco y otros vinos. El padre Mirilli ha bautizado el nuevo lugar GP2, abreviatura de Giovanni Paolo II (Juan Pablo II en italiano), el fallecido papa polaco.
Para los jóvenes romanos, GP2 es un destino para socializar, bailar y “tomar una copa con un obispo”, dijo el padre Mirilli. Escrito a lo largo de la barra hay un pasaje bíblico del evangelio según San Juan que citaba a Jesucristo: “Tengo sed”.
“Debería haber más lugares así”, dijo Annalisa Gennaro, una estudiante de teología de 21 años mientras se abría paso por el club junto con una amiga. “Es momento de que la Iglesia se despierte”, opinó.
El padre Mirilli ve el club como un puente para llevar a los jóvenes italianos al seno de la Iglesia. Como la mayoría de las diócesis de Europa, el Vicariato de Roma está buscando sangre nueva. Las bancas de la Basílica de San Carlo al Corso y otras iglesias católicas se han vuelto crecientemente el dominio de ancianos ya que pocos jóvenes van a misa.
El vicariato no mantiene estadísticas de cuánta gente es practicante. Sin embargo, una reciente encuesta nacional del centro de investigaciones Instituto IARD encontró que solamente 15% de los católicos italianos entre 18 y 29 años se considera a sí mismo católico practicante, en comparación con 18% en 2004.
La cripta de la Basílica de San Carlo al Corso, ubicada en la principal zona comercial de la ciudad, ha sido desde hace mucho un lugar de encuentro para los jóvenes católicos. El padre Mirilli decidió recaudar unos cuantos miles de euros para remodelar el interior de la cripta para convertirlo en un lugar de encuentro nocturno.
Hace dos años, el sacerdote encontró respaldo financiero de ACLI, un grupo laico de católicos italianos. “Los cristianos jóvenes necesitan encontrar una forma para que la noche vuelva a ser suya. Ser cristiano no tiene que ser equivalente de triste, serio o viejo”, dijo Gianluigi de Palo, un organizador de ACLI que frecuenta GP2.
Hasta ahora no ha habido quejas desde arriba. “Este lugar no existiría si (el Papa) no estuviera de acuerdo”, explicó Mirilli.
Sin embargo, no se aplican todas las reglas que suelen regir en los clubes exitosos. No hay cargo por ingresar a través de la escasamente iluminada entrada del club y no hay un mínimo de dos bebidas. De hecho, se espera que los clientes cumplan con un máximo de dos tragos y GP2 no sirve las variantes más fuertes como el vodka y la ginebra.
“No mantenemos una lista de lo que pide cada cliente, pero queremos que la gente beba, no que se emborrache”, aclaró el sacerdote.
Un gran crucifijo cuelga de una pared e imágenes de Juan Pablo II se proyectan sobre otra. La música que se escucha debe ser de “inspiración cristiana” aunque “a veces” el club está dispuesto a complacer a la demanda popular, dice Mirilli.
Hace poco, un grupo de jovencitas movían las manos y caderas al ritmo del clásico YMCA de Village People. “No hay nada malo en escuchar un poco de música secular, ¿cierto?”, preguntó el sacerdote.
Mirilli mantiene los precios bajo control, cobrando 2,50 euros por una cerveza, alrededor de un tercio de lo que cobra la competencia. Volantes rojos han sido distribuidos por las iglesias de la ciudad con la frase “Vengan y verán”. El sacerdote también está usando sus contactos para que celebridades italianas vayan al GP2 y hablen sobre su fe.
Via: WSJ
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